lunes, 18 de agosto de 2014

San Bartolome de Pacllón y San Pedro de Llamac


ENCUENTRO DE DOS PERSONAJES DIVINOS
En las fiestas patronales de agosto



Apóstol San Bartolomé
Apóstol San Pedro













Por: DON BERNACHO

Pacllón, agosto 2014

Procesion en Pacllón
Con ocasión de la fiesta patronal del distrito de Pacllón, en homenaje a San  Bartolomé, patrono y protector del pueblo, el 24 de agosto de cada  año se celebra esta tradicional efemérides y por este motivo a fin de dar mayor celebridad al acontecimiento era costumbre la visita de San Pedro, patrono del pueblo de Llamac, como invitado especial. Estas prácticas religiosas eran recíprocas en ambos pueblos vecinos, incluso en Lima con los hijos residentes cada fiesta patronal de los dos pueblos; en la actualidad, lamentablemente, ya no se llevan a cabo, pese que estas visitas mutuas tenía una vigencia desde los tiempos inmemoriales entre los pueblos católicos.

Iglesia de Pacllón
La llegada del  santo visitante a Pacllón estaba programada en horas de la tarde del día de la víspera de la fecha central, para la recepción se nombraba diferentes comisiones entre voluntarios y algunos familiares de los funcionarios de la fiesta, éstas personas generalmente se apostaban en diferentes lugares en el trayecto del camino que conduce al pueblo  de Llamac; unos se dirigían al lugar denominado “Coso”  mirador del pueblo, otros, a las esquinas de “Mayun”, distante intermedio y “Yurag Huarona” mas lejano, puntos estratégicos que permitían visualizar panorámicamente la aproximación de la delegación visitante; en esos del siglo pasado la señal era transmitida mediante la agitación de las banderolas y la agitación o movimiento de los brazos, debido a la distancia que separaba entre los puntos  indicados, de este modo el pueblo estaba  informado para la recepción correspondiente.

A la hora aproximada los funcionarios de la fiesta patronal debidamente ataviados con indumentarias tradicional, el Capitán de Plaza, el Inca y su séquito, entre ellas las simpáticas pallas, vestidas también con sus atuendos de usanza costumbrista y bajo la presidencia del santo anfitrión, se desplazaban hasta  el lugar denominado “Cuta Panteon”, lugar de salida al pueblo vecino, al compás de las melodías de la banda de músicos y la orquesta vernacular, encargados  de amenizar el desarrollo de las festividades y al incesante retumbar de las bombardas y avellanas, cuyas luces destellantes surcaban el límpido cielo azul del pueblo, anunciando que la  tradicional fiesta del año estaba en pleno desarrollo. En dicho lugar se improvisaba un escenario de baile popular entre los concurrentes, no obstante el estado agreste del suelo; el brindis se ofrecía entre uno y otro bando con variado licor  “jichapada de bien venida” y la exquisita chicha de jora.


Previamente a San Bartolomé, conocido como el santo del chuchillo lo vestían de gala, lucía una capa de terciopelo color rojo sangre, bordado con hilo de oro y piedras preciosas, llevaba puesta una corona de plata con incrustaciones de esmeraldas y zafiros, cuyos reflejos resplandecían a  la luz solar del atardecer, de la misma manera llevaba un cuchillo de plata y una biblia. Al santo patrón homenajeado, por momentos, en su rostro evidenciaba preocupación y ansiedad, quizás, hasta nerviosismo y nostalgia; su vaga mirada se perdía por las alturas del imponente macizo “Huancarpun” frente al pueblo, como imaginarse pronto tendría un encuentro con su querido hermano Pedro.

Por fin, llegaba el momento esperado, el encuentro anunciado entre dos personajes divinos, imaginariamente, tanto San Bartolomé y San Pedro, se abrazaban tiernamente como evocar sus tiempos de predicación de la religión católica en los albores del cristianismo, ante la mirada absorta de una multitudinaria concurrencia. En ese momento al Santo anfitrión se le notaba un tanto sosegado y feliz, mientras que a su par visitante, en su rostro reflejaba signos de cansancio, seguramente por el trajín realizado por una ruta accidentada y polvorienta, bajo el imponente calor del estío. En tanto, los lugareños y los miembros de la delegación foránea mutuamente se abrazaban en señal de amistad y cordialidad; mientras que a esa hora del atardecer el frio viento acariciaba las mejillas curtidas del poblador andino.

Acto seguido, y concluidas las salutaciones de estilo, ambos santos patronales en sus respectivas andas, engalanadas con vistosas ramos florales y multicolores cirios y velas, cuyas llamas rutilantes se resistían desafiantes al viento vespertino, se posesionaban frente a frente sobre los hombros de sus devotos, a fin de ejecutar reiteradas venias como expresión de saludo protocolar, en medio de vítores emocionados y ruidoso aplausos de la feligresía presente; mientras que algunos devotos aprovechaban en acercarse a las imágenes a fin de tocarlas y santiguarse en señal de devoción, antes que se iniciara el recorrido en procesión hasta  el templo local, en donde permanecía y participaba en las diferentes actividades del acontecimiento popular, hasta el día de su retorno.
Iglesia de Llamac

A esa hora del atardecer, la víspera de la fiesta está por finalizar dentro de algunas horas, el astro rey se inclina inexorablemente por las alturas del fundo de “Pancal”, reflejando sus rayos solares por “Santa Cruz” otro cerro tutelar encima del pueblo que con algarabía celebra su costumbre  ancestral; mientras que el  viento andino impregnados de polvo y paja del trigal arremete contra el gentío, arrasando sus vestimentas y sombreros por encima de los tejados, con justificada razón los pobladores comparan “agosto viento” con “marzo tambia”, extremas manifestaciones de la naturaleza.

¡Que hermoso rememorar tiempos de antaño!, las mutuas visitas de los personajes divinos tradicionales y gratificantes para los pueblos de la región, especialmente para sus devotos habitantes, era un esperado acontecimiento para ratificar y fortalecer los lazos de amistad y acrecentar la fe católica.  Hoy en día, lamentablemente, ese legado heredados de nuestros antepasados ya no está en práctica, se fue a la tumba con nuestros abuelos y aún quedan en la memoria de nuestros padres, todavía; ojalá las venideras generaciones opten por recuperar que considero importante mantener nuestras tradiciones y costumbres que se traducen en historia de nuestros pueblos.  

Culpar de esta desidia será fácil. También asumamos responsabilidades, creo  yo, personalmente, las diócesis de la jurisdicción, en alguna medida son culpables por no asignar un sacerdote  o una religiosa que  avive los sentimientos religiosos de nuestra población, como lo hacen las otras confesiones religiosas, con  sus actitudes agresivas e insistentes  en captar adepto a sus filas a lo largo y ancho del país.

 

REFERENCIAS DE LA MUERTE DE LOS APÓSTOLES DE CRISTO


Apóstol San Bartolomé: Fue desollado vivo en Albáhap en Arinenia.

En India, Bartolomé predicó por años la divinidad de Dios y Jesús; con ello logró que el rey Polimio se convirtiera al cristianismo y dejara su trono y su fe pagana. Entonces el hermano de Polimio, Astiages, ordenó a los soldados que apresaran a Bartolomé y así lo hicieron. Al estar frente a Bartolomé, Astiages le dijo:

- ¡De modo, dijo el rey al apóstol, que tú eres el hombre que pervirtió a mi hermano!

- Yo no pervertí a tu hermano, sino que lo convertí, dijo Bartolomé.

A esto replicó Astiages:

- Pues voy a hacer contigo lo que tú hiciste con él; como tú obligaste a Polimio a renegar de mi dios y a creer en el tuyo, yo te obligaré a ti a renegar del tuyo y a creer en el mío.

El apóstol puntualizó:

- Yo lo que hice fue vencer al dios al que tu hermano adoraba, mostrarlo maniatado ante el público, y exigirle que rompiera las imágenes de los ídolos. Prueba tú a hacer lo mismo con el mío. Si consigues maniatar a mi Dios, te prometo que adoraré al tuyo; pero si no lo consigues, continuaré destruyendo las estatuas de tus falsas divinidades, y si tú fueses razonable te convertirías a mi religión como se convirtió tu hermano. En esto alguien se presentó ante el rey y le comunicó que la imagen de Baldach, otro de sus ídolos, acababa de caer rodando por el suelo y de romperse en mil pedazos. El rey, al oír esta noticia, rasgó su manto púrpura, mandó que apalearan al apóstol y que tras propinarle una enorme paliza lo desollaran vivo.

Apóstol San Pedro: Fue crucificado con la cabeza  abajo.

Pedro y Pablo, predicaron y convirtieron al cristianismo a muchas personas en todo su caminar y en diferentes ciudades, por ello, el emperador Nerón los mandó a encarcelar, pero aún ahí convirtieron a soldados a su fe. Así pues, estos soldados los soltaron de la prisión. Cuando Pedro salió de la cárcel, sus hermanos en la fe rogaron que huyera de la ciudad, y, aunque él al principio se resistió a hacerlo, finalmente convencido por ellos se dispuso a salir de Roma, y al llegar a una de las puertas de la muralla situada en el lugar que actualmente lleva el nombre de Santa María "ad passus", según San Lino y San León, vio a Cristo que venía hacia él. Pedro, al verlo, le dijo:

- Domine, quo vadis? O sea, Señor, ¿adónde vas?

- A Roma, para que me crucifiquen de nuevo.

- ¿Para qué te crucifiquen de nuevo? – preguntó Pedro.

- Sí – contestó el Señor.

Entonces Pedro exclamó:

- En ese caso me vuelvo para que me crucifiquen también a mí contigo.

En aquel preciso momento el Señor subió al cielo ante la mirada atónita de San Pedro que comenzó a llorar de emoción, porque repentinamente se dio cuenta de que la crucifixión de que Cristo había hablado era la que a él le aguardaba, es decir, la que el Señor iba nuevamente a padecer a través de su propia crucifixión. Inmediatamente volvió sobre sus pasos, se internó en la ciudad y refirió a los hermanos la visión que había tenido. Poco después, los soldados de Nerón lo detuvieron, y en calidad de prisionero lo condujeron a la presencia del prefecto Agripa, quien lo condenó a morir crucificado.

Los verdugos tuvieron a bien acceder a este deseo y, en consecuencia, colocaron el cuerpo del santo sobre la cruz de manera que sus pies pudiesen ser clavados separadamente en los extremos del travesaño horizontal superior, y las manos en la parte baja del fuste, cerca del suelo". Así pues, Pedro, el primer guía de la Iglesia Católica y en quien Jesús depositó la responsabilidad de las llaves del Cielo, fue crucificado de cabeza.


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