¡Arriba las manos, esto es la Navidad!
¿Feliz
Navidad?
Merry Christmas?
Merry Christmas?
Florencio
Bernabé Gonzales
De poco valen entre nosotros decirnos ¡Feliz Navidad!, ¡Que la navidad
llene sus corazones!, frases y discursos rimbombantes, palabras desgastadas e hipócritas.
Es casi automático, en estas fechas todos caemos en los estereotipos y decimos
frases que el resto del año olvidamos. Nos volvemos más tiernos e incluso
parecemos más amorosos e indulgentes.
Cada año que llega navidad en el mundo cristiano, en la cultura
occidental, como la nuestra, sin
la publicidad, sin la complicidad de los gobernantes, sin la complacencia de
los mandos clericales… el cometido mercantil de los festejos navideños
naufragaría en las tiendas. Han secuestrado, en alianza con sinnúmero de
socios, la "Navidad". Antes, durante y después del que se conoce como
día del aniversario natalicio de Jesucristo, una vorágine mercantil se apodera
del mundo y lo inunda con mal gusto, juguetería basura y música cursi al
servicio de un episodio de expansión comercial cuya capacidad de penetración ha
rebasado todo el límite. Y se lo promueve como logro moral del
capitalismo.
Se
trata de un ultraje navideño con juguetes, arbolitos, esferas, luces, moños y
excesos de todo tipo. Viviendas y oficinas adornadas con arbolitos de plástico y
luces de fabricación china en costa, sierra y selva, consumo de panetones con
alto contenido de bromato, chocolates calientes en pleno verano costeño, consumo
de pavo y pollo a discreción, entre otras tradiciones y costumbres impuestas ajenos
a nuestra realidad.
La
"industria publicitaria" cumple su tarea ideológica, camuflada de
cristiana, entrañable e inofensiva. Reino terrenal de sistema avasallante de
producción publicitaria en éxtasis capitalista de objetos incontables y en
plena crisis de sobreproducción. Nos inunda la publicidad, juega con nuestros
sueños, planifica estrategias de ventas con bases materiales concretas y
complejas, se hace de nuestras palabras y penetra nuestros campos imaginarios,
nuestros deseos, nuestros apetitos, nuestras ambiciones… alienación que
desgarra toda relación con la vida real para garantizar la usurpación del salario
a cambio de baratijas de ocasión. "Noche de paz y noche de amor"…
dicen.
Asalto
ideológico penetrante que nos exige autodefensas para ayudarnos a desconfiar
del oropel publicitario, interpretar correctamente las exageraciones y las
ambigüedades, desnudar las trampas de la lengua burguesa. Aunque la tengamos
metida en casa, la guerra ideológica emprendida por el capitalismo salvaje para
hacernos compradores compulsivos de cualquier basura.
Debiera ser momentos para reflexionar y compartir nuestra realidad, hacer que se transmita por
generaciones nuestro rechazo al consumismo salvaje que carcome nuestra
condición humana y el equilibrio ecológico de la madre naturaleza.
Cada navidad nos volvemos más hipócritas. Aparentamos como el
moribundo que finge creer en lo que sea, temeroso de lo desconocido. Puede ser.
Pero no soy quien para hacer juicios en tal sentido. Es más: creo que no
decimos lo que sentimos por escrúpulos o por vergüenza. Sea como fuere,
parecemos mejores.
Qué respuesta exponemos ante las siguientes interrogantes… ¿Hemos
de sonreír y mostrarnos dichosos cuando la infelicidad reina por doquier?
¿Debemos atiborrarnos a sabiendas de que más de medio mundo pasa hambre, frio y
dolor? ¿Tenemos derecho a cantar y bailar en esta tierra atribulada? ¿Habremos
de enorgullecernos siendo conscientes de que otros sufren y lloran en soledad?
No hay comentarios:
Publicar un comentario
!Gracias por visitar quishtulandia¡