A propósito del 524° aniversario de la invasión de América
HOY “DÍA DE LOS PUEBLOS ORIGINARIOS Y
DEL DIALOGO INTERCULTURAL”
12 de octubre
Desde el 2009 se considera el 12 de octubre como el Día de los Pueblos Originarios y el Diálogo Intercultural, de
acuerdo a la Ley N° 29 421 promulgada por el Congreso de la
República del Perú. Nuestro país, particularmente, cuenta con una
gran diversidad cultural, que se ve reflejada en los 52 pueblos originarios, cada uno con distintas costumbres,
tradiciones, creencias y formas de vida, lo que constituye un importante legado
que debemos valorar a partir de su conocimiento.
Es este conocimiento entre peruanos y
peruanas lo que nos permitirá entablar el diálogo intercultural y empezar a
valorar nuestras diferencias étnicas y culturales como insumos de desarrollo en
distintos ámbitos, pero sobre todo en la formación de una ciudadanía
intercultural que valore sus diferencias y reafirme el orgullo de ser parte de
un país culturalmente diverso.
Es importante que tanto la ciudadanía
como el Estado en su conjunto reconozca la complejidad de tener un país multi-étnico
para poder construir una sociedad libre de discriminación, y de esta manera
hacer posible que peruanos y peruanas nos relacionemos de una forma horizontal.
Se adoptó el 12 de
octubre como fecha para esta celebración en remplazo a la fecha donde se conmemoraba
el mal llamado ''Día de la raza", cuando debería de llamarse "Invasión de América'', cuando en 1,492, Cristóbal Colón en su
intento por llegar al Oriente a donde se dirigía en busca de las codiciadas especies,
así llega por error a estas tierras americanas.
A continuación, una
nota que publicamos anteriormente respecto a los propósitos que perseguía Colon
por encargo de los reyes de España, “negocios son negocios”, por eso invaden y colonizan las potencias a los pueblos del tercer mundo, la historia sigue vigente: oro, pesca, petroleo, recursos naturales y futuramente el agua.
A propósito de
los 524 años de la llegada a América.....
¡Si en 1,492 hubiera existido
refrigeradoras Colon no habría llegado a América!
¡Las prácticas oligopólicas, monopólicas,
en la conquista de América¡
Escribe:
Florencio Bernabé G.(*)
Quinientos veinticuatro
años después de la invasión de América se escribe mucho sobre los avatares de
Cristóbal Colón para llegar hasta este continente: los largos días de viaje, el
motín inminente de la tripulación y los gritos de Rodrigo de Triana al avistar
las costas de Guanahmi. Se habla mucho también del genocidio, el mestizaje y la
imposición de una nueva cultura. Muy poco se discute sobre las verdaderas
motivaciones que llevaron a Colón a efectuar el viaje y a la reina Isabel a
financiarlo: la falta de refrigeradoras
en el viejo mundo.
¿Broma? ¡Uyy! No.
Trasladémonos al escenario de la época.
Estamos en el verano de 1,490 y don Ruy
Gómez, Duque de Rueda, está empezando los preparativos para el matrimonio de su
hija doña Ana Sol con el infante don Ildefonso Manríquez, conde de la Laguna.
Evidentemente se trata de un gran evento en el reino de Castilla y Aragón y la
pompa no debe faltar durante los 5 días de fiesta asignados al acontecimiento.
Doña Juana de la
Trinidad, la madre de la novia, ha previsto con los cocineros de palacio una
infinidad de platos para la delicia de los invitados. ¿La base? Las mejores
carnes: cordero, res, carnero, ganso, y faisán, además de palomas, gallinetas y
por su puesto uno u otro delicioso venado o jabalí. Exquisitos budines de
carne, panes y pasteles, los mejores quesos y excelentes vinos completan el
menú de 5 días, sin contar con los suculentos postres con base en miel y
frutas.
¿Conseguir las
carnes? ¡No es problema! Los hombres del duque son los mejores cazadores
castellanos y en menos de 15 días son capaces de obtener toda la carne
necesaria para alimentar mil personas durante 5 días y 5 noches. Queda sin
embargo un problema logístico: es evidente que el venado cazado de un certero
flechazo el primer día de la cacería va a estar más ligeramente descompuesto el
día de su preparación, la víspera de la boda ¡Y lo mismo sucederá con la
mayoría de las otras piezas!.
A falta de
refrigeradoras que permitan la conservación de la carne, los cocineros tienen
felizmente una solución entre sus secretos: salar algunas presas, secar y
ahumar otras y, a la mayor parte, ponerle mucha canela, cominos, pimienta y
clavo para ocultar los malos olores y sabores molestos. (Algunas de estas
recetas han sobrevivido hasta hoy, y se puede encontrar todavía en Europa;
platos preparados con base en carne dejada “madurar” durante varios días a la
temperatura ambiente y luego preparada con muchos condimentos). Estos
condimentos, que son la gran solución de la época, desgraciadamente no se
producen en Europa, y gracias a comerciantes como los fenicios y los venecianos
(Marco Polo, entre otros) son importados de las lejanas tierras de Oriente.
Desgraciadamente
resulta que desde hace unos años la “ruta de las especias” que unía Europa con
Asia ha sido interrumpida por la expansión del Imperio Otomano. Ello hace que
las especias o especerías sean muy escasas y extremadamente caras (piense el
lector en el embargo petrolero de los años setenta y tendrá una idea aproximada
de la situación). Don Ruy Gómez, a insistencia de Doña Juana de la Trinidad
(“Es el matrimonio de tu hija, hombre”), está dispuesto a pagar una fortuna por
un poco de pimienta y clavo de olor, que permitan comer lo que de otra manera
sería incomible. Imagine aquí nuevamente el lector la amplitud de la demanda,
dado que la necesidad por especias se repetía en cada choza, casa, castillo o
fortaleza de Europa.
Ante la amplitud
del mercado y de toda la demanda insatisfecha, los europeos buscan solución de
diversas maneras. La más conocida fue la “Guerra Santa”, según se dice, hecha
para recobrar los “santos lugares”, Jerusalén entre otros, de las manos de los “infieles”
(por pura coincidencia, dichos lugares se encontraban en la ruta de las
especias) Pero los esfuerzos fueron vanos.
Fracasados los
intentos de atravesar por la fuerza el Imperio Otomano, algunos audaces piensan
que tal vez sea mejor ir por otro camino. Magallanes, portugués, como los
mayores navegantes y comerciantes de la época, intenta ir por debajo de África.
Colón, genovés, con toda la tradición comercial de esta parte de Italia, decide
partir por el oeste, pensando que la tierra es como un huevo (que él conoce
bien, según la leyenda del huevo de Colón): El objetivo: llegar a las Indias,
es decir, a las especias tan necesitadas, y de paso a las sedas, que tampoco se
producen en Europa.
Isabel la Católica
no vacila en vender sus joyas para financiar esta expedición multinacional. Sin
duda, Colón muestra allí muy buenos dotes de vendedor, capaz de convencer a
alguien invertir en un proyecto basado en la locura que, es en esa época,
significa pensar que la Tierra es
redonda. Ella acepta invertir probablemente por que cree a cambio de sus joyas
podrá obtener todo el clavo y la canela que su reino necesita. ¡Cambiar oro por
canela! ¿Sabría desde entonces que la verdadera riqueza está en el
agro-business?.
Desgraciadamente.
Colón no llega a las Indias y sólo consigue oro y productos de menor interés
aparente; pero no importa. España utilizará gran parte de ese oro para
fortalecer sus ejércitos y continuar enfrentándose
a los turcos para reabrir el camino a Oriente. Todos sabemos que el deseo
de convertir al mundo a la fe cristiana
no fue más que un buen truco publicitario, utilizado también con mucho éxito
después, durante la conquista de América.
Muchos años después
Colon muere pobre y en desgracia. Vespucio, que fue el que registro la marca,
se lleva los laureles, pero tal vez contento. Cree haber logrado lo que
buscaba: abrir una nueva ruta para las especias. Muere pensando que cumplió con
su función de marketing: proveer los medios de satisfacer una necesidad muy
clara de los consumidores europeos. Si hubiera nacido cuatrocientos años más
tarde quizás hubiera optado por una manera más simple de solucionar el
problema: hubiera inventado el
refrigerador. Si lo hubiera hecho quinientos años después, tal vez
simplemente habría luchado por incluir a los turcos en la Comunidad Económica
Europea.
(*)
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