REFLEXIONES |
DEL |
BICENTENARIO |
ES TIEMPO DE ESCUCHAR A LAS VOCES ACALLADAS
Florencio Bernabé Gonzales (*)
Lima - Perú, 25/07/2021
José de San
Martin, a su paso por Perú el 28 de julio de 1821, solo ahuyento a los
españoles. Con la victoria de Ayacucho el 9 de diciembre de 1824, el Perú aparentemente
consolidó su independencia, y hacia la década de 1860, era uno de los pocos
países latinoamericanos que aún no había firmado un tratado de paz ni entablado
relaciones diplomáticas con España, solo el establecimiento de consulados
de ambos países en Madrid y Lima en 1858.
Así, la victoria
de los insurgentes supuso la desaparición del contingente militar realista más importante que seguía en
pie en América, y selló la independencia del Perú con una
capitulación militar que puso fin al Virreinato
del Perú. No obstante, España no
renunció formalmente a la soberanía de sus posesiones continentales americanas
hasta 1836.
Con el
denominado Tratado Vivanco-Pareja, suscrito el 27 de enero de 1865, se ponía
fin al impase, ello se hacía a costa de reconocer una supuesta deuda económica
con España proveniente de tiempos de la independencia, la opinión pública
nacional consideró que dicho tratado era contrario a los intereses del Perú y
el levantamiento popular no se hizo esperar. Motivo por lo que el Perú, en
plena crisis económica le declara la guerra a España el 14 de enero de 1866, y
con el combate del dos de mayo 1866, sello su definitiva independencia, un
momento en la historia que evidenció la forja moral de la nación, aglutinada en
la lucha por la libertad y sus ideales.
Una muestra
tangible de lo que una naciente república, firme en sus convicciones enfrentó,
como prueba de fuego, para convertirse luego en un sello imperecedero hasta
nuestros días de lo que significa el velar por los sagrados intereses que
motivan la identidad nacional, “se logró robustecer el espíritu nacional
peruano” como bien ha señalado el historiador Jorge Basadre, y que por ello,
después del 28 de julio de 1821, 9 de diciembre de 1824 en Ayacucho y el 2 de
mayo de 1866, son fechas cumbre en la historia republicana del Perú. El tratado
de paz, amistad y reconocimiento con el Perú fue firmado en París
el 14 de agosto de 1879.
Desde esos tiempos, cuando se arrojó a los españoles de
tierras latinoamericanas, el “subversivismo de las clases dominantes” está en
escena: la oligarquía blanca, el fascismo peruano y la derecha internacional no
se resignan a la derrota, han llorado fraude y activaron un plan para no
reconocer la voluntad popular en estas recientes elecciones. Incluso antes de
la segunda vuelta, el bloque social formado por la oligarquía, los latifundios
mediáticos, sectores de las Fuerzas Armadas y del poder judicial, junto con el
gran empresariado, lanzaron una campaña de odio anticomunista y falsas
acusaciones de apoyo al terrorismo contra Castillo y el resto de la izquierda.
La historia tergiversada desde el poder, de qué manera
los estados utilizan la educación, los símbolos patrios (bandera, escudo e
himno nacional), los espacios públicos en las ciudades e incluso los billetes
para imponer su versión del pasado.
Las historias de nuestros gloriosos antepasados que
pasan de generación en generación son parte de un legado que muchas veces se
enfrenta a la historia oficial. Con el tiempo, algunas de estas versiones
pueden llegar a trascender y ayudan a crear narrativas alternativas de su
historia que pueden, incluso, cuestionar las verdades oficiales establecidas.
Tradicionalmente, la historia ha sido contada por los
vencedores que formaron el recuerdo desde su perspectiva triunfante, pero como
escribir historia es un acto político el punto de vista que se toma puede
cambiar, y desde este Bicentenario puede cambiar, está en nuestras voluntades y
capacidades.
Ya es tiempo de escuchar a las voces acalladas. Es tiempo
de buscar en las mismas fuentes y leer la información con otros ojos ya que las
voces oficiales pueden revelar en su interior una serie de perspectivas sobre
la sociedad que pueden pasar desapercibidas si no se hacen las preguntas
precisas, acarrean soluciones erróneas.
La interpretación de los hechos del pasado cambia - nuestra
historia, no porque los hechos sean diferentes sino porque las preguntas que le
hacemos al pasado son otras. Nosotros y el espacio que habitamos somos los que
hemos sufrido una transformación. Esto es lo que ocurre con las historias que
algunos llaman subalternas: cuando nos llevan a interpretar el pasado ya no
desde el poder, sino desde los mismos protagonistas, de los hombres y mujeres
de a pie, lo que vemos cobra otro cariz, como la reciente victoria electoral
del flamante presidente Castillo.
Algo de ello está ocurriendo en este Bicentenario. No
tenemos ya una historia triunfante de héroes y villanos. No tenemos un estado
monolítico que nos cuenta la historia solamente desde Lima, ahora queremos oír
otras voces, saber cómo participaron las mujeres, los pueblos originarios y grupos
indígenas, los afrodescendientes, en el entendido que somos una nación pluricultural
y megadiverso.
Somos nosotros los que hemos cambiado como sociedad y
es por ello que podemos hacernos estas nuevas preguntas. Tomar esta oportunidad
nos hará construir juntos una nueva adecuada interpretación del pasado que será
más inclusiva, así Perú debe orientarse hacia una sociedad más justa y
equitativa basado en la sostenibilidad y sustentabilidad.
(*)Presidente de APPU-HUAYHUASH
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