LOS HIJOS DEL HUAYHUASH
En memoria de mis queridos hermanos Eliffio y Javier Virino
Invierno en Jahuacocha |
Florencio Bernabé Gonzales
Lima, febrero 28 del 2022
Por caminos polvorientos, entre valles fértiles de Wuauyan y Liriopampa;
quebradas profundas de Rucmis, Qalta y Rarapunta, y las heladas punas de Rasac,
Wacrish, Gochacutan e Incahuayin, al pie del Jirishanca y el Yerupajá en la mágica
Cordillera Huayhuash; compartiendo y aprendiendo de hombres y mujeres del campo,
y viajeros por estos senderos andinos. Yo aprendí de ti Eliffio, como también de
Javier Virino, mis hermanos mayores, enfrentar los avatares y las vicisitudes
de la vida desde mi infancia, en el regazo de las montañas naciente de los ríos;
ambos tomaron la delantera en ese viaje sin retorno. Tus enseñanzas se sumaron
a los que asimilé de nuestro padre Virginio. Soy el afortunado heredero de esa
sapiencia como genuinos hijos del Huayhuash.
Típica mudanza |
Cuando en épocas de invierno en Pacllón, por el camino real, en fila india
descendíamos desde Jahuacocha con nuestros reses, en plena lluvia, vadeando
ríos de aguas turbulentas, protegiendo a los becerros para que las furiosas correntadas
no los envuelva en sus remolinos; huyendo del intenso frio invernal en las congeladas
punas, siguiendo la migración natural de
los animales, en la búsqueda de abrigo, hacia las quebradas profundas de Qalta,
Aqsaguarco y Cachipata, otra querencia de la reses de papá en estas zonas cálidas. Wipaq, se convertía
temporalmente en nuestro segundo hogar familiar; entre neblinas y aguaceros,
cercana a las ruinas de nuestros antepasados, entre lloques, guaromos, muchquis,
vizcaínas, espinas y cactus, recorríamos tras los becerros y las lecheras, o
protegiendo a las vacas preñadas para que los cóndores y los pumas no los devoren,
todo el mundo sabe que estas zonas son el hábitat de esos carnívoros; yo, era
el “chiuchi” por ser el menor, el que resolvía los mandados menores, lleva
esto, trae aquello, el que acompañaba a los mayores en la cotidiana tarea
familiar, eso me divertía sobremanera.
Rio Achín, en época de invierno crece su caudal |
Cuando nos instalaron en la choza de Mollepata camino a Qalta, casi encima
del rio Pativilca, una noche los perros no dejaron de ladrar, cada vez huían
hacia la choza como escapando de algo, yo estaba a punto de quedarme dormido
por mi tierna edad, tú y nuestro hermano Ananías, que prematuramente nos dejó,
salieron con candela en mano y ahuyentaron al puma que asechaba; Javier Virino,
llego al día siguiente y nos trasladó a Wipaq, poniéndonos a salvo de los
pumas; pasaron algún tiempo don Tima Rosario que andaba con su escopeta mato un
puma en esta zona.
Reses esperando su traslado |
Como cuando, aquella tarde camino a Waychiquín, tú cabalgando el alazán
“Watia” ibas adelante, yo te seguía montado sobre el brioso “Lobo”, era mi
primera vez montar a empelo, súbitamente emprendieron velocidad por el espuelazo
que le diste al caballo que montabas, por mis piernas cortas y débiles no
resistí, pese a sujetarme con todas mis fuerzas de la crin del caballo, cayendo
estrepitosamente sobre unas rocas, motivando la dislocadura de mi tobillo
izquierdo, me hiciste la prueba del buen jinete.
Ruinas de Rarapunta |
Como no recordar también, cuando cada vez nuestra abnegada madre en la casa
del barrio de Alqopampa, durante la cena familiar recordándote con dulzura lo
que pronunciaste en tu etapa preescolar: “Mora, espérame voy terminar mi
mazamorra”, “Mora” era la yegua que te serbia de movilidad en esas mudanzas
familiares. Un día al descender con su carga la empinada cuesta del Wankarpun
resbaló, muriendo al precipitarse al abismo, una tragedia familiar.
Doña Pecha, esperando con los caballos para la mudanza |
Nuestro padre, repartía las tareas y responsabilidades sabiamente, el mío por su puesto, los más inmediatos y sencillos. Los viajes largos que duraban dos a tres días, sea para dar sal a las vacas cada luna nueva en Jahuacocha, era obligatorio para ustedes, como cercar las cementeras para proteger de los daños, regar los alfalfares y tantas tareas propios del campo repartidas según sus dificultades. Cuando llegaba la época del sembrío, todos salíamos al campo, chicos y grandes, hombres y mujeres, había trabajo para todos; ocasión cuando mamá Salumina, con la ayuda de las solidarias tías Anuca y Paku, a la que se sumaban nuestras hermanas Gelacia ya adolecente y Elvira aún menor, llegaban a la chacra justo al medio día con las deliciosas “uchupa”. Todos sentados alrededor de la gran manta, hacíamos un alto a las tareas, para saborear ansiosamente lo que en la improvisada mesa cubierta con vistosas mantas, se servía el sabroso queso de Jahuacocha untadas con rocotos molido de Waychiquín, aromatizados con chinchu fresco, tendida de extremo a extremo las papas arenosas de la cosecha de Wipaq; la dulce cancha del emporio maizal de Rara, mismas galletas crocantes, trozos de cuy picante y sabrosas tortillas sabor a perejil; la chicha para asentarla elaborada con maíz de Rucmis; y para los mayores como gañanes que siempre encabezaba nuestro tío Marceliano, él prefería que le llamáramos “ tío Huasupoma” y el otro a cargo de nuestro hermano Javier Virino, quien por aquellos tiempos enamoraba a una hermosa joven del pueblo, tú, ya terminabas la primaria en la escuela fiscal del pueblo; en estas tareas también acompañaba el tío Herminio cariñosamente “tío Reputa”, y otros familiares que a punta de pico cultivaban la tierra, para quienes era la chicha en porongos con su correspondiente “puntito” de licor fuerte, eso les levantaban aún más el ánimo a los hombres, así, esas actividades del campo dejaban de ser “trabajo” tedioso para transformarse en una labor alegre, “barriga llena, corazón contento”, todos felices, las novedades y anécdotas contadas en mil formas mientras cultivan la tierra.
El guiador de bueyes
Luego de saborear
opíparamente esos manjares, retomando las tareas con nuevo brío para finalizar
antes que las lluvias nos sorprenda, cada uno en nuestros puestos, los hombres
con pico, las mujeres con “racuana” en mano enterrando y sembrando en lugares
donde no llega el arado, dos de las damas con semillas envuelta en las faldas
de sus multicolores polleras, yo, de “guiador” con un palo en la mano forma de
bastón, con mi ondilla en bandolera, cuidándome en las curvas que no me coja
las astas del toro, la pareja de bueyes me siguen como si los jalara con hilo
mágico, atrás el gañan sosteniendo el arado con una mano y con la otra el largo
aguijón de “Quincha” con la que hacia avanzar a los bueyes sin perder el ritmo
y la línea del surco anterior, atrás,
nuestra madre echaba la semilla sin
perder el paso; con el otro gañan, la tía Paku haciendo lo mismo. La presencia
de los padres, hermanas y hermanos, de tíos y tías, y primos en estas alegres
jornadas, me alborozaba. Luego vendrían las demás tareas propias del campo con
la misma solidaridad familiar hasta llegada la cosecha, cuando la tierra
fecunda, la mamapacha devolvía con creces el esfuerzo entregado en esas alegres
jornadas de encuentros familiares.
Primeras grabaciones de "Albor Andino"
Las aventuras de Javier Virino, a veces
entristecía a nuestra madre, pero se reconfortaba al enterarse que andaba por
buen camino, su inclinación musical era intrépida, me acuerdo que desapareció
buen tiempo del pueblo, una madrugada partió cual aventurero, los detalles contaré
en otro momento. Luego de buen tiempo apareció con dos discos de carbón grabados
en 45 RPM bajo el brazo, era integrante del Conjunto Musical “Albor Andino”,
conjuntamente con Gelasio Rivas el virtuoso del violín como director quien
emigró a Caujul, Hermenegildo Ibarra segundo violín, el primo Marcial Gonzales
con el arpa, nuestro hermano Serafín con el clarinete y Javier Virino con la trompeta de su
predilección; quien por aquellos años, imitando a los mariachis mejicanos, había
introducido la sordina por primera vez en los clásicos conjuntos musicales solo
a cuerdas, típicas de la provincia; a partir de aquellos tiempos, estos grupos
musicales optaron la sordina como parte de su agrupación, generando una nueva policromía
musical. En las postrimerías de la década de los cincuenta, hacían furor los temas
musicales “Hay Lirio lirio”, “Jahuacocha”, “Yañanagui” y el sonado hasta la
actualidad “Flor escogida”, en versos pletóricos de inspiración y huaynos alegres
melodiosamente bailables; eran sus primeras grabaciones. Cada ocasión de
cumpleaños en casa se armaba jaranas formidables, con el tocadiscos de moda.
Como aquel cumpleaños de nuestro padre en el mes de setiembre, cuando se
presentaron todo el conjunto musical excepto don Gelasio Rivas quien vivía en
otro pueblo lejano, la gente se agazapo entusiasmado, escuchar en directo a
aquellos intrépidos jóvenes que emigraron para luego retornar prestigiándolos
musicalmente. En el pueblo, nuestra madre por antonomasia, no dejaba de entusiasmarse cada vez que escuchaba esas
hermosas y alegres composiciones musicales, uno de sus hijos integraba aquel
grupo musical, ¡que felicidad! Así Javier Virino, demostró que “la
grandeza de un hombre no se mide por los triunfos obtenidos, sino por los
fracasos superados.”
Escuela de Oficiales de la PIP |
De la misma manera, cuando Eliffio se traslada a
la capital provincial para continuar la educación secundaria, luego a la Gran
Capital para terminar esta etapa escolar, y luego postular a la Escuela de
Suboficiales de la Policía de Investigaciones del Perú – PIP, como primer paso,
no contento con ello, ya en su condición de suboficial, en aras de ascender, el
siguiente año postula a la Escuela de Oficiales de la misma institución
policial, para luego después de cuatro años de estudios como cadete, egresar con altas
calificaciones, era el orgullo familiar y ejemplo para los jóvenes de la
provincia, escalando paulatinamente hasta coronarse exitosamente, un reto
encomiable que muchos jóvenes continúan (por aquellos años el país contaba con
tres instituciones policiales: Guardia Civil – GC, Guardia Republicana – GR y
la Policía de Investigaciones del Perú – PIP). Como oficial PIP, entrega de
lleno su capacidad y vocación, representando a su institución en diferentes ciudades
del país, sea la selva, costa o la sierra, dirigiendo a sus subordinados
sabiamente, basado en principios de ética y valores heredadas, sin escatimar sirve
a su institución, aun en situaciones de emergencia como le toco vivir al país
en la década de los 80, con el mismo empeño y dedicación, plasmando su
inteligencia emocional a carta cabal, manteniendo vigente lo aprendido desde la
infancia, como en aquellas jornadas narradas líneas arriba, paulatinamente va
escalando grados y reconocimientos por su labor ejemplar. Demostrando que
la grandeza de un hombre, no se mide por lo que en su ambición sabe ganar, se
mide, por lo que con humildad, sabe dar. Esa grandeza se vuelve una virtud si
ese hombre, a sus semejantes sabe servir como fue Eliffio. Cada quién tiene
sueños y anhelos propios. Mucho de nosotros a veces no sabemos cuál es el
“próximo paso a dar”, pero sí sabemos lo que queremos lograr para nosotros
mismos. Por todo aquello, soy
el afortunado heredero de la sabiduría de mis antepasados, padres y hermanos,
como hijos de un pueblo ubicado en el corazón del Huayhuash.
Nota aclaratoria:
Valles agrícolas: Liriopampa, Rucmis,
Waychiquín, Rara, Wipaq y Wuauyan
Lugares de pastoreo zona baja: Aqsaguarco,
Cachipata, Mollepata, Rara punta y Qalta
Lugares de pastoreo zona alta: Incahuayin,
Jahuacocha, Gochacutan, Rasac y Wacrish
Montaña tutelar: Wankarpun
Flora de la zona baja: lloque, guaromo,
muchqui, vizcaína, quincha, espinas y cactus
Niño entre 7 a 10 años: chiuchi
El que va delante de los bueyes: guiador
Herramienta que se
utiliza para labores agrícolas: racuana
Refrigerio servido cuando se realiza actividades fuera de casa: uchupa
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