martes, 26 de mayo de 2015

TESTIMONIO DEL TERREMOTO DEL 31 DE MAYO 1970

VIVENCIAS TELÚRICAS




Domingo 31 de mayo de 1970

 A las 15 horas con 23 minutos, los departamentos de Ancash, Huánuco, La libertad y Lima se vieron sacudidos por un terremoto de 7,8 en la escala Richter que tuvo como epicentro las costas de las ciudades de Casma y Chimbote en el Océano Pacifico. Fallecieron unas 80, 000 personas, desaparecidos sumaron unos 20, 000, el número de heridos se contabilizo a 143,331 y 20, 000 niños quedaron huérfanos.  Las pérdidas de viviendas oscilaron en un 80% a 90%. Las personas afectadas fueron unos 3´ 000, 000 que se quedaron en su mayoría sin hogar y sin familia. Una de las zonas más afectadas fue el callejón de Huaylas, en el que la mayoría de sus pueblos se destruyeron en un 97% y dos de ellas quedaron sepultadas por un alud consecuencia del sismo: Yungay y Ranrahirca. A raíz de este terremoto se crea el Instituto Nacional de Defensa Civil el 28 de marzo de 1972

TESTIMONIO DEL TERREMOTO 

“De estudiante vivía en un cuarto alquilado, construido de adobe, con techo de teja, de una sola agua sin cielo raso y sin tarrajeo las paredes, en ella se distribuía mi catre, mi mesa de trabajo y en un extremo un “primus” a querosene para preparar mi desayuno, el fogón estaba ubicado en la ramada casi a la entrada de mi cuarto, también había un pequeño patio. Semejantes ambientes construidos para estudiantes, situados en un corralón perteneciente a la familia de Ernesto Diaz, compartíamos con 4 inquilinos, de los cuales 3 éramos de Pacllón: Alder, Rodil y el suscrito y Nicéforo de Aquia. Por aquellos tiempos el mayor movimiento económico de Chiquian se basaba en el alquiler de habitaciones y el rastrojo de pastos para las acémilas, por la demanda de estudiantes de los diferentes niveles primaria, secundaria, agropecuaria y superior la Escuela Normal que procedían de los pueblos vecinos.

A aquel día, casi a las 3 pm me encontraba echado en mi cama escuchando por radio el partido del mundial México 70. De pronto se siente un movimiento sísmico fuerte y prolongado acompañado por un sonido ensordecedor, instintivamente me levanto presuroso y me dirijo a la puerta para ubicarme debajo del marco, trato de correr a la calle y me detengo bruscamente, siento pánico, desde allí volteo la mirada hacia mi cuarto y contemplo con terror cómo se abría y cerraba los muros de adobe, caían trozos de tierra y pedazos de tejas rotas sobre mi cama y otros utensilios, parecía  desplomarse el techo; en la puerta, la fuerza del movimiento me empujaba de un lado a otro del marco; desde allí podía contemplar como los cerros se desmoronaban estrepitosamente hacia la carretera que descendía a la ciudad, a su vez se levantaba polvaredas y descendían rocas de diferentes tamaños de las alturas, no se veía circular ningún vehículo felizmente, y al mirar a los techos de las casas, las tejas se deslizaban cual naipes en barajas, salían disparadas hasta cierta distancia del techado y regresaban a su ubicación anterior por la fuerza centrífuga y centrípeta que generaba aquel movimiento, muchas caían al piso, ello me impedía correr a la calle y buscar refugio en caso se desplomara mi cuarto.  

La duración de aquel movimiento parecía una eternidad, pasado el más fuerte continuaba temblando la tierra, daba la sensación que convulsionaba en una lenta agonía, las réplicas se sucedían una tras otra. Yo, me mantenía aferrado debajo del umbral de la puerta presa de terror, en el callejón era el único presente, los demás inquilinos habían salido antes del sismo a realizar sus asuntos personales. En las calles se escuchaban el griterío de la gente en pánico, el desplome de algunos muros de las casas, inmediatamente la ciudad se cubrió de espesa nube de polvo, que duro varios meses.

Apenas se detuvo los movimientos, salí despavorido hacia la calle, todo el mundo corría como buscando algo, a esa altura ya nadie se encontraba en sus casas, las calles repletas de gente entre sollozos y abrazándose unos a otros como demostrando que aun vivían, corríamos a los espacios vacíos, a la plaza de armas, a la cancha de fútbol, buscando un espacio seguro, no nos importaba lo que en casa hubiera, se dejaban las puertas abiertas, solo disponíamos lo que se llevábamos puesto de ropa.

Antes que oscurezca, un grupo de estudiantes coordinamos para partir muy temprano al día siguiente hacia nuestro pueblo a ver a nuestros padres, durante esa noche no dormimos, nos mantuvimos en vigilia casi toda la población. Así lo hicimos al día siguiente, éramos alrededor de 12 estudiantes entre varones y mujeres que en forma organizada emprendimos viaje a Pacllón distante a 20 km. apenas rayo el alba, encontramos todo el trayecto del camino de herradura cubierto de rocas y desprendimientos; desde la zona de Timpoc o Quisipata hasta el puente Cora había una trocha carrozable a medio construir hacia este distrito, en todo el camino los bloques de tierra y rocas impedían nuestros pasos, algunas eran tan inmensas que nos dificultaba el tránsito, nos impactó ver varias reses muertas aplastados por las rocas en el camino a orillas del rio Ainin, algunas aún con vida con las patas y costillas rotas, pero nuestra preocupación era nuestra familia, continuamos de prisa, tomando todas las precauciones para evitar ser presa de algún desprendimiento de roca. En el trayecto nos encontramos con algunos padres que hacían lo propio en sentido contrario preocupados por sus hijos menores, al recibir nuestras noticias que todo no paso de un gran susto, ya aliviados continuaron su viaje, pero sutilmente nos da malas noticias respecto al familiar de uno de los integrantes del grupo.

Al llegar al pueblo nos enteramos que durante el trabajo comunal de la acequia de Rucmis, murieron aplastados por desmontes desprendidas dos comuneros: don Ginés Asencio padre de nuestro colega Eutropio, y Jorge Caquipoma, sobreviviendo milagrosamente don Venturo Padilla padre de nuestro colega Rodil, cuyo rescate se prolongó hasta la noche, se encontraban enterrados por tierra suelta todo sus cuerpos, los comuneros llevaron de noche con linternas hasta el pueblo, de la misma manera que a los cadáveres; la zona de trabajo está ubicada distante a unos 3 km del pueblo, en una esquina, con pendiente de unos 90 grados y 80 m. de altura desde el rio Achin.

En el pueblo, se había desplomado varias casas y toda la iglesia colonial, manteniéndose intacta solo la fachada, esta iglesia contaba con un púlpito hermoso con acabos de pan de oro y adornos preciosos y tallados en madera; a su vez varias casas agrietadas, la torre colonial no sufrió ni agrietamientos.

Al día siguiente se llevó a cabo los funerales, todos los estudiantes acompañamos el sepelio de los fallecidos; congojados y apesadumbrados por la pérdida irreparable los familiares y la comitiva sollozaban todo el trayecto, la Banda de músicos del pueblo acompañaba entonando una marcha fúnebre melancólica, propias para este tipo de ocasiones, la calle Cajatambo la que se dirige hasta el cementerio estaba repleta de hombres, mujeres y niños, todo el pueblo se sumó en esta última despedida a los difuntos. Los deudos seguían silenciosamente y con los ojos llorosos el paso del cortejo fúnebre.

Los días siguientes sobrevolaban helicópteros el cielo del pueblo, aterrizando en el cementerio y en el campo deportivo, trayendo medicina, víveres y brigada de médicos, a su vez la comunidad organizada se declaró en faena permanente, limpiando calles y reparando las casas averiadas.

La promoción del colegio, estábamos en preparativos para la celebración en grande de un aniversario más del colegio, el 7 de junio, como se acostumbra con una serie de actividades para las presentaciones artísticos - culturales, ya se venía desarrollando un campeonato de fútbol como parte de esas celebraciones, razón por lo que aquel día había buena cantidad de público espectando dicho evento deportivo en el estadio, de lo contrario hubiera habido desgracias que lamentar. En Chiquian también se desplomo algunas casas y muchas se agrietaron, como la antigua iglesia, pero no hubo desgracias personales. Al igual que nosotros, muchos estudiantes de otros pueblos hicieron lo propio. Después de un mes de asueto reiniciamos las labores escolares. Luego de reiniciado las labores escolares como parte del curso de religión, el “Padre Miflin” nos llevaba sacar escombros de la iglesia para aprobar dicho curso.

Buen tiempo perduro esa sensación de pánico, particularmente el sonido, por eso cuando cada vez al pasar cerca un camión hacia retumbar las ventanas y vibrar el piso, se apoderaba en mi ser ese pánico del sismo al igual que a muchas personas, el trauma del movimiento telúrico perduro por mucho tiempo en mucha gente”- Florencio Bernabé Gonzales, estudiante del 5° de secundaria.
Fotos, tomados de Internet.

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