martes, 1 de marzo de 2022

LOS HIJOS DEL HUAYHUASH

 

LOS HIJOS DEL HUAYHUASH

En memoria de mis queridos hermanos Eliffio y Javier Virino

 

 

Invierno en Jahuacocha




Eliffio, hace un año partió hacia la eternidad*

Florencio Bernabé Gonzales

Lima, febrero 28 del 2022

 

Por caminos polvorientos, entre valles fértiles de Wuauyan y Liriopampa; quebradas profundas de Rucmis, Qalta y Rarapunta, y las heladas punas de Rasac, Wacrish, Gochacutan e Incahuayin, al pie del Jirishanca y el Yerupajá en la mágica Cordillera Huayhuash; compartiendo y aprendiendo de hombres y mujeres del campo, y viajeros por estos senderos andinos. Yo aprendí de ti Eliffio, como también de Javier Virino, mis hermanos mayores, enfrentar los avatares y las vicisitudes de la vida desde mi infancia, en el regazo de las montañas naciente de los ríos; ambos tomaron la delantera en ese viaje sin retorno. Tus enseñanzas se sumaron a los que asimilé de nuestro padre Virginio. Soy el afortunado heredero de esa sapiencia como genuinos hijos del Huayhuash.

Típica mudanza

Cuando en épocas de invierno en Pacllón, por el camino real, en fila india descendíamos desde Jahuacocha con nuestros reses, en plena lluvia, vadeando ríos de aguas turbulentas, protegiendo a los becerros para que las furiosas correntadas no los envuelva en sus remolinos; huyendo del intenso frio invernal en las congeladas punas, siguiendo la migración  natural de los animales, en la búsqueda de abrigo, hacia las quebradas profundas de Qalta, Aqsaguarco y Cachipata, otra querencia de la reses de papá  en estas  zonas cálidas. Wipaq, se convertía temporalmente en nuestro segundo hogar familiar; entre neblinas y aguaceros, cercana a las ruinas de nuestros antepasados, entre lloques, guaromos, muchquis, vizcaínas, espinas y cactus, recorríamos tras los becerros y las lecheras, o protegiendo a las vacas preñadas para que los cóndores y los pumas no los devoren, todo el mundo sabe que estas zonas son el hábitat de esos carnívoros; yo, era el “chiuchi” por ser el menor, el que resolvía los mandados menores, lleva esto, trae aquello, el que acompañaba a los mayores en la cotidiana tarea familiar, eso me divertía sobremanera.

Rio Achín, en época de invierno crece su caudal

Cuando nos instalaron en la choza de Mollepata camino a Qalta, casi encima del rio Pativilca, una noche los perros no dejaron de ladrar, cada vez huían hacia la choza como escapando de algo, yo estaba a punto de quedarme dormido por mi tierna edad, tú y nuestro hermano Ananías, que prematuramente nos dejó, salieron con candela en mano y ahuyentaron al puma que asechaba; Javier Virino, llego al día siguiente y nos trasladó a Wipaq, poniéndonos a salvo de los pumas; pasaron algún tiempo don Tima Rosario que andaba con su escopeta mato un puma en esta zona.

Reses esperando su traslado

Como cuando, aquella tarde camino a Waychiquín, tú cabalgando el alazán “Watia” ibas adelante, yo te seguía montado sobre el brioso “Lobo”, era mi primera vez montar a empelo, súbitamente emprendieron velocidad por el espuelazo que le diste al caballo que montabas, por mis piernas cortas y débiles no resistí, pese a sujetarme con todas mis fuerzas de la crin del caballo, cayendo estrepitosamente sobre unas rocas, motivando la dislocadura de mi tobillo izquierdo, me hiciste la prueba del buen jinete.

Ruinas de Rarapunta

Como no recordar también, cuando cada vez nuestra abnegada madre en la casa del barrio de Alqopampa, durante la cena familiar recordándote con dulzura lo que pronunciaste en tu etapa preescolar: “Mora, espérame voy terminar mi mazamorra”, “Mora” era la yegua que te serbia de movilidad en esas mudanzas familiares. Un día al descender con su carga la empinada cuesta del Wankarpun resbaló, muriendo al precipitarse al abismo, una tragedia familiar.

Doña Pecha, esperando con los caballos para la mudanza

Nuestro padre, repartía las tareas y responsabilidades sabiamente, el mío por su puesto, los más inmediatos y sencillos. Los viajes largos que duraban dos a tres días, sea para dar sal a las vacas cada luna nueva en Jahuacocha, era obligatorio para ustedes, como cercar las cementeras para proteger de los daños, regar los alfalfares y tantas tareas propios del campo repartidas según sus dificultades. Cuando llegaba la época del sembrío, todos salíamos al campo, chicos y grandes, hombres y mujeres, había trabajo para todos; ocasión cuando mamá Salumina, con la ayuda de las solidarias tías Anuca y Paku, a la que se sumaban nuestras hermanas Gelacia ya adolecente y Elvira aún menor, llegaban a la chacra justo al medio día con las deliciosas “uchupa”. Todos sentados alrededor de la gran manta, hacíamos un alto a las tareas, para saborear ansiosamente lo que en la improvisada mesa cubierta con vistosas mantas, se servía el sabroso queso de Jahuacocha untadas con rocotos molido de Waychiquín, aromatizados con chinchu fresco, tendida de extremo a extremo las papas arenosas de la cosecha de Wipaq; la dulce cancha del emporio maizal de Rara, mismas galletas crocantes, trozos de cuy picante y sabrosas tortillas sabor a perejil; la chicha para asentarla elaborada con maíz de Rucmis; y para los mayores como gañanes que siempre encabezaba nuestro tío Marceliano, él prefería que le llamáramos “ tío Huasupoma” y el otro a cargo de nuestro hermano Javier Virino, quien por aquellos tiempos enamoraba a una hermosa joven del pueblo, tú, ya terminabas la primaria en la escuela fiscal del pueblo; en estas tareas también acompañaba el tío Herminio cariñosamente “tío Reputa”, y otros familiares que a punta de pico cultivaban la tierra, para quienes era la chicha en porongos con su correspondiente “puntito” de licor fuerte, eso les levantaban aún más el ánimo a los hombres,  así, esas actividades del campo dejaban de ser “trabajo” tedioso para transformarse en una labor alegre, “barriga llena, corazón contento”, todos felices, las novedades y anécdotas contadas en mil formas mientras cultivan la tierra. 

El guiador de bueyes

Luego de saborear opíparamente esos manjares, retomando las tareas con nuevo brío para finalizar antes que las lluvias nos sorprenda, cada uno en nuestros puestos, los hombres con pico, las mujeres con “racuana” en mano enterrando y sembrando en lugares donde no llega el arado, dos de las damas con semillas envuelta en las faldas de sus multicolores polleras, yo, de “guiador” con un palo en la mano forma de bastón, con mi ondilla en bandolera, cuidándome en las curvas que no me coja las astas del toro, la pareja de bueyes me siguen como si los jalara con hilo mágico, atrás el gañan sosteniendo el arado con una mano y con la otra el largo aguijón de “Quincha” con la que hacia avanzar a los bueyes sin perder el ritmo y la línea del surco anterior,  atrás, nuestra  madre echaba la semilla sin perder el paso; con el otro gañan, la tía Paku haciendo lo mismo. La presencia de los padres, hermanas y hermanos, de tíos y tías, y primos en estas alegres jornadas, me alborozaba. Luego vendrían las demás tareas propias del campo con la misma solidaridad familiar hasta llegada la cosecha, cuando la tierra fecunda, la mamapacha devolvía con creces el esfuerzo entregado en esas alegres jornadas de encuentros familiares.

 

Primeras grabaciones de "Albor Andino"


Las aventuras de Javier Virino, a veces entristecía a nuestra madre, pero se reconfortaba al enterarse que andaba por buen camino, su inclinación musical era intrépida, me acuerdo que desapareció buen tiempo del pueblo, una madrugada partió cual aventurero, los detalles contaré en otro momento. Luego de buen tiempo apareció con dos discos de carbón grabados en 45 RPM bajo el brazo, era integrante del Conjunto Musical “Albor Andino”, conjuntamente con Gelasio Rivas el virtuoso del violín como director quien emigró a Caujul, Hermenegildo Ibarra segundo violín, el primo Marcial Gonzales con el arpa, nuestro hermano Serafín con el clarinete y  Javier Virino con la trompeta de su predilección; quien por aquellos años, imitando a los mariachis mejicanos, había introducido la sordina por primera vez en los clásicos conjuntos musicales solo a cuerdas, típicas de la provincia; a partir de aquellos tiempos, estos grupos musicales optaron la sordina como parte de su agrupación, generando una nueva policromía musical. En las postrimerías de la década de los cincuenta, hacían furor los temas musicales “Hay Lirio lirio”, “Jahuacocha”, “Yañanagui” y el sonado hasta la actualidad “Flor escogida”, en versos pletóricos de inspiración y huaynos alegres melodiosamente bailables; eran sus primeras grabaciones. Cada ocasión de cumpleaños en casa se armaba jaranas formidables, con el tocadiscos de moda. Como aquel cumpleaños de nuestro padre en el mes de setiembre, cuando se presentaron todo el conjunto musical excepto don Gelasio Rivas quien vivía en otro pueblo lejano, la gente se agazapo entusiasmado, escuchar en directo a aquellos intrépidos jóvenes que emigraron para luego retornar prestigiándolos musicalmente. En el pueblo, nuestra madre por antonomasia, no dejaba de entusiasmarse cada vez que escuchaba esas hermosas y alegres composiciones musicales, uno de sus hijos integraba aquel grupo musical, ¡que felicidad! Así Javier Virino, demostró que “la grandeza de un hombre no se mide por los triunfos obtenidos, sino por los fracasos superados.”

Escuela de Oficiales de la PIP

De la misma manera, cuando Eliffio se traslada a la capital provincial para continuar la educación secundaria, luego a la Gran Capital para terminar esta etapa escolar, y luego postular a la Escuela de Suboficiales de la Policía de Investigaciones del Perú – PIP, como primer paso, no contento con ello, ya en su condición de suboficial, en aras de ascender, el siguiente año postula a la Escuela de Oficiales de la misma institución policial, para luego después de cuatro años  de estudios como cadete, egresar con altas calificaciones, era el orgullo familiar y ejemplo para los jóvenes de la provincia, escalando paulatinamente hasta coronarse exitosamente, un reto encomiable que muchos jóvenes continúan (por aquellos años el país contaba con tres instituciones policiales: Guardia Civil – GC, Guardia Republicana – GR y la Policía de Investigaciones del Perú – PIP). Como oficial PIP, entrega de lleno su capacidad y vocación, representando a su institución en diferentes ciudades del país, sea la selva, costa o la sierra, dirigiendo a sus subordinados sabiamente, basado en principios de ética y valores heredadas, sin escatimar sirve a su institución, aun en situaciones de emergencia como le toco vivir al país en la década de los 80, con el mismo empeño y dedicación, plasmando su inteligencia emocional a carta cabal, manteniendo vigente lo aprendido desde la infancia, como en aquellas jornadas narradas líneas arriba, paulatinamente va escalando grados y reconocimientos por su labor ejemplar. Demostrando que la grandeza de un hombre, no se mide por lo que en su ambición sabe ganar, se mide, por lo que con humildad, sabe dar. Esa grandeza se vuelve una virtud si ese hombre, a sus semejantes sabe servir como fue Eliffio. Cada quién tiene sueños y anhelos propios.  Mucho de nosotros a veces no sabemos cuál es el “próximo paso a dar”, pero sí sabemos lo que queremos lograr para nosotros mismos. Por todo aquello, soy el afortunado heredero de la sabiduría de mis antepasados, padres y hermanos, como hijos de un pueblo ubicado en el corazón del Huayhuash.

Nota aclaratoria:

Valles agrícolas: Liriopampa, Rucmis, Waychiquín, Rara, Wipaq y Wuauyan

Lugares de pastoreo zona baja: Aqsaguarco, Cachipata, Mollepata, Rara punta y Qalta

Lugares de pastoreo zona alta: Incahuayin, Jahuacocha, Gochacutan, Rasac y Wacrish

Montaña tutelar: Wankarpun

Flora de la zona baja: lloque, guaromo, muchqui, vizcaína, quincha, espinas y cactus

Niño entre 7 a 10 años: chiuchi

El que va delante de los bueyes: guiador

Herramienta que se utiliza para labores agrícolas: racuana

Refrigerio servido cuando se realiza actividades fuera de casa: uchupa