LA VERDADERA NAVIDAD
EN LOS ANDES
Humanicemos estas fiestas cristianas, alejemos del
consumismo perjudicial al medioambiente
Corrales de Jahuacocha |
Corrales de Jahuacocha |
Don Vidal Laurente camino a Jahuacocha |
Aquel año del mes de diciembre, frisando los 12 años, luego de la clausura escolar, todos los niños
y niñas retornábamos ansiosos a nuestros hogares para estar al lado de la familia y cumplir tareas propias
de nuestra edad; la ocupación en el pueblo: crianderos, agricultores y pequeños comerciantes, en algunos casos las
tres opciones juntas en una sola familia.
Ovejas camino a Wauyan |
Las pocas ovejas de mi madre doña Salumina Gonzales Ibarra y
de otros wacheros4 engrosaban
la manada de doña “Eupa”, mi
madre siempre poseía la menor cantidad de ovejas, un promedio de 10 entre borreguitas lanudas con sus críos, uno
que otro carnerito, que apenas crecían lo sacrificaban para la pachamanca de
alguna fecha importante en la familia,
solían decir “para gasto”, una especie de caja chica. La mayor atención en mi familia generaba los vacunos que mi señor padre don Virginio Bernabé Gamarra poseía en mayor proporción.
Aquella fecha, la
manada de doña “Eupa” se encontraba en Wamanmarka, estancia a unos 5 km. encima
del pueblo, a la espera de ayudantes para ser
trasladado hacia Jahuacocha -
Rodeo, distante a 20 km. atravesando punas, quebradas y ríos; ni bien se llevó
a cabo la clausura en la escuela, me asignan esa responsabilidad.
Los perros pastores hacen su papel |
Muy de mañana, la caravana se dirige desde Wamanmarka por las
faldas del cerro Santa Cruz en plena lluvia, mi condición de adolescente me permite
arrear las ovejas con facilidad, subo y bajo los caminos sin dificultad, las ovejas
embelesadas en buscar pasto fresco que escasean por esta época, se resisten;
chicote en mano espanto para que aceleren el trayecto, Don Vidal va adelante con
las ovejas grandes y las guías, yo les sigo con los demás, la carga de los
burros vienen posterior con doña “Eupa”, la travesía se hace tedioso por la
subida y el hambre de las ovejas, que no cesan de comer a cada paso; para
completar la odisea del viaje, hay borregas preñadas que no se mueven a la
velocidad de las otras.
Aun así, entre
todas esas dificultades, se suma la espesura de la neblina, propia de la época;
doblamos la esquina de Santa Cruz, a partir de allí el camino desciende hasta
Wauyan, zona de arbustos y espinas por excelencia.
El descenso no tiene mayores dificultades, mientras cesa la
lluvia momentáneamente, excepto por la abundancia de arbustos, donde se esconden
los corderos cansados y fácil presa de los zorros que a la distancia nos
seguían, escondiéndose entre matorrales
y pedregales, los perros pastores los mantenía a raya. Así llegamos a la Estancia de Putaka, para ingresar a la
tupida vegetación de arbustos y espinos de
Wauyan y Liriopampa; la caravana no se detiene, todos comemos mientras
caminamos, el tiempo apremia, nuestro refrigerio está compuesto de porción de
cancha con queso duro, de esos que guardaron como para esta ocasión, y de refresco el agua de cualquier manantial que a cada paso se presenta.
Wauyan |
Al llegar al río Turpa, nuestra situación se complica, el rio ha crecido y no
son apropiadas para el paso de las ovejas, tampoco estos animales son adictas a
mojarse con facilidad, muchas poseen abundante lana.
Luego de duros esfuerzos logramos
pasar a algunas borregas madres, eran las “guiadoras”, el resto de la manada le
siguieron con facilidad, no les importo saltar sobre las corrientes del río ni
a los remolinos, simplemente se aventaron presurosos, luego pasamos el rio chimbando
con los últimos corderos en brazos. En este tramo del trayecto, entendí prematuramente
aquel dicho popular “siguen como borregos…”,
esa tendencia de muchos a actuar como ovejas, sin darse cuenta siguen sin
importar las consecuencias, como si no tuvieran una mente racional.
Mientras atardecía, aquel día lluvioso, la caravana avanzaba
lentamente luego de pasar el rio con mucha dificultad, las ovejas lanudas y mojadas
chorreando de agua caminaban a duras penas, el hambre y el cansancio se acentuaba
cada vez más en mi adolescente cuerpo.
Cuando la noche se asomaba temerariamente, cruzábamos el
puente Pukasaka, luego, en un lugar apropiado
al otro lado del río, levantamos nuestro
campamento. Tenemos que descargar los
burros antes que la noche nos sorprenda. Lo que prioriza doña “Eupa” en su condición de mujer y madre, encargarse
de preparar los alimentos para la cena reparadora, consistente en sopa caliente
con trozos de carne de cordero y papitas
sazonado con salsa de chinchu y rocoto, y cancha a discreción.
Compuerta de Pukasaka |
La mañana del 25 de diciembre, muy temprano doña “Eupa” nos
sirve el desayuno consistente en
cafecito de cebada caliente, con machka5 de trigo revuelto en
manteca caliente, ante tanta delicia, doblo la ración.
Desde aquí a
Jauacocha-Rodeo, es poca distancia, aunque
la travesía sigue de dificultoso por lo accidentado del terreno. Finalmente
llegamos al destino previsto, el paisaje está cubierto de blanco desde Rodeo
hasta las nieves perpetuas del Yerupajá y Jirishanca que se divisan a lo lejos,
los demás crianderos dicen, está nevando desde hace varios días.
Puente de Pukasaka |
Grata experiencia compartida durante mi adolescencia, percibiendo
las vivencias propias de estas comunidades en su verdadera magnitud, la misma
que traslado para que las generaciones venideras perciban que los niños andinos
no hemos entendido la navidad como hoy se practica hasta en estos lugares remotos por su condición consumista
y alocada como hoy. Nuestro regalo navideño, era la dicha más sublime de estar en
contacto con la propia naturaleza.
Durante la
navidad, en el pueblo, los
parroquianos solían acudir a la iglesia por la noche, escuchaban canticos al “niño manuelito”, luego las familias se reunían como en cualquier
fecha, sin ningún bullicio ni parafernalia.
Posteriormente, por la década de los sesenta don Arnaldo
Carrera, que cada navidad retornaba al pueblo desde Lima donde radicaba, traía consigo
y vendía en su casa en pequeña proporción los denominados panetones “bizcochos
grandes” solíamos decir. Por esos tiempos, las mismas costumbres de las
ciudades se iban trasladando paulatinamente con todos sus defectos y bondades. Aquellos,
eran tiempos de los saludos y parabienes expresados en tarjetas alusivos que a través
del correo postal a nivel nacional llegaba hasta el domicilio del destinatario.
Don Arnaldo Carrera |
A finales de la década de los ochenta, me toco compartir la navidad en Europa, cuna de muchas de nuestras costumbres que nosotros hoy practicamos. Aquella navidad, con ciudades cubiertas de nieve, con escaparates solo simbólicos y sin bullicio, sin panetón ni chocolate; me hizo recordar una de mis experiencias con nieve en Jahuacocha, como las comentadas líneas arriba. Naturalmente, es propio de los pueblos de estas latitudes, hábitat natural del hombre blanco, de los renos y pinos, donde la temperatura normal por esta época está siempre por debajo de cero grados, soporté sin dificultad los - 20 °C, en los denominados “duro invierno”.
La ultima chocolatada por navidad que organizamos en la
comunidad “NAVIDAD DEL NIÑO DEL HUAYHUASH – 2004”, invitamos compartir a los niños del
pueblo, para lo cual hicimos una colecta entre amigos y conocidos recaudando juguetes
y presentes para regalarles a los niños y niñas. Errado o acertado esta
actividad fue un éxito, donde convocamos a alrededor de 300 niños.
En estos tiempos modernos y
globalizados, somos parte de un sistema
de sociedad mercantilista, donde nuestros hábitos y costumbres se han universalizado,
afianzados en el consumismo, distorsionando nuestra realidad, reflejado hasta
en las comunidades más remotas, permitiendo borrar nuestras propias vivencias
andinas.
Hoy la navidad en las ciudades es una fiesta pagana más, bulliciosa, con juegos de luces artificiales y pirotécnicos atentatorios al medio ambiente, con presentes sofisticados y fantasiosos para los niños que les limitan su imaginación y creatividad, e intercambio de regalos y saludos hipócritas, que hasta en las redes sociales se repiten mecánicamente, cual robots o aliens, mientras la humanidad cada vez pierde su condición de tal. Cada quien es libre de aceptar o rechazar.
Hoy la navidad en las ciudades es una fiesta pagana más, bulliciosa, con juegos de luces artificiales y pirotécnicos atentatorios al medio ambiente, con presentes sofisticados y fantasiosos para los niños que les limitan su imaginación y creatividad, e intercambio de regalos y saludos hipócritas, que hasta en las redes sociales se repiten mecánicamente, cual robots o aliens, mientras la humanidad cada vez pierde su condición de tal. Cada quien es libre de aceptar o rechazar.
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